4 de mayo de 2008

Dos

Una capa de polvo sobre cada superficie. Pequeñas marcas de patas son lo único que la perturba. Polillas devoran las pesadas cortinas frente al ventanal. El sol vespertino se cuela por sus poros. En el centro, apenas acariciada por la luz, una cadira de respaldo aterciopelado. La tela mira hacia el astillado espejo. Un irregular reflejo junto a un nicho. El seno que extraña la puerta que alguna vez lo selló. Hediondas cenizas revoloteando cerca de él. Hollín ocultando las flores del tapiz. Un velo, otrora blanco, muriendo de negrura. Un mechero haciéndole el amor. En la esquina, lejos de todo, una cama. Sobre el lecho, cuatro piernas, dos narices y un hígado.


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