6 de abril de 2011

La burla

Parte segunda

Intenté respirar hondo y menear la cucharilla dentro la taza de blanca, con su despreciable contenido, para calmarme. Pero era imposible. Alguien de mi altura y posición no debía soportar semejante trato, pero no sabía qué hacer.

La imagen se repetía una y otra vez en mi memoria. Una joven morena mostrando todos sus dientes, inclinada hacia el oído de su amiga rubia que me miraba sin ningún pudor, con una sonrisa típica de las alemanas de su edad. Era obvio qué hacían ahí: se burlaban. Más obvio aún era a quién se dirigían esas burlas: a mí.

Por unos segundos me rehusé a darme por vencido. No debía permitir que dos féminas sin educación me arruinaran el resto de una jornada ya bastante desagradable. Miré en otras direcciones e intenté distraerme con los cientos de semillas de amapola en mi plato, pero la imagen de esas dos con sus burlas no dejaba a mi mente en paz.

Mis manos comenzaron a temblar e, inevitablemente, un pedazo de pastel resbaló de mi tenedor, dejando una enorme traza cremosa sobre el chaleco. Era más de lo que podía soportar. Me levanté de golpe, gritando "espero que ustedes dos se pierdan en el infierno" mientras me giraba para señalarlas directamente. El grito se ahogó de pronto en mi garganta, y fue reemplazado rápidamente por una carcajada que, por las miradas que recibí, confirmó mi falta de cordura a todos los otros clientes del local. De frente a mí, todavía señalado por mi dedo extendido, la fotografía publicitaria de una clínica dental.

No hay comentarios.: